martes, 11 de agosto de 2009

Planificación del subdesarrollo y el desarrollo económico.- El subdesarrollo, como escalafón inferior al desarrollo de países occidentales, en más de un siglo se inició la transformación de la humanidad a lo largo del tiempo, permitiéndose unos avances científicos y tecnológicos que haya dado una mejora del nivel de bienestar a una parte de la humanidad. Antes estos hechos el mundo desarrollado ha tomado conciencia de la existencia del subdesarrollo, se crearon organismo internacionales para el desarrollo, que por cierto no ha servido de mucho. El subdesarrollo sigue creciendo a un ritmo alarmante y con un agravamiento de la pobreza a pesar de los esfuerzos aparentes, yo diría insuficientes de estos organismos y lo que aún es peor estos países sigue resignados e ignorantes como si fuera un hecho natural. La injerencia y el saqueo de su riqueza por parte de la mayoría de países ricos, imposibilita el desarrollo del tercer mundo. La necesidad de que se hagan políticas generosas en relación con el tercer mundo. El reto que plantea el desarrollo, entendido es el mejorar la calidad de vida de estos seres humanos. Los mecanismos que impulsan el desarrollo económico no se conocen con precisión, pero las teorías sobre el subdesarrollo nos pueden enseñar mucho.
La planificación del desarrollo económico fue el principal estudio de economistas clásicos para unos puso de relieve la importancia de los cambios tecnológicos en el proceso económico; la ampliación de los mercados y la división del trabajo que promover una expansión de la producción y así una ampliación del mercado reduciendo costes, poniéndose de manifiesto una reacción en cadena, no se preocupaban de los beneficios decrecientes, pudieran bloquear el proceso de acumulación (Smith). Otros le preocupaban que exceso de acumulación pudiera bloquear los beneficios con tendencia decaer por exceso de producción (David Ricardo).
Carlos Marx, concedía gran importancia a la distribución de la renta y estaba convencido que a largo plazo el beneficio tendería a caer irremediablemente, lo que supondría en el proceso de acumulación, sin embargo esta decreciente acumulación sería a la organización orgánica del sistema capitalista.
Marx, atribuye mucha importancia a las innovaciones tecnológicas sin ellas no habría el proceso de acumulación sería imposible, incluso se anticipa a el proceso capitalista como un proceso cíclico basado en razones tecnológicas (además de otras) debiendo considerarse ciclo y desarrollo como dos aspectos de un proceso único impelido por las innovaciones y condicionado por los cambios en la distribución de la renta. Marx a diferencia de sus predecesores, consigue identificar otro aspecto del mismo proceso: las tendencias de la empresas en numerosas ramas de actividad a crecer en dimensión y a disminuir en número, lo que provoca una concentración creciente de las unidades productivas, tendencia esta que atribuye gran importancia y que sería objeto de desarrollo monopolística. En épocas mas recientes las teorías del crecimiento se ha desarrollado de forma independiente de la economía del desarrollo. Ahora en el siglo XXI, en plena crisis del capitalismo se hace necesario el tener una noción sobre lo que supone el capitalismo y lo que es el verdadero socialismo El marxismo ha hecho del socialismo una ciencia. Esto no impide a ciertos «marxistas» hacer del marxismo, una utopía.
La producción consiste en un único autómata perteneciendo y necesitando como fuerza de trabajo viva como un orangután amaestrado. Ya se sabe que ésa es la brillante y consecuente teoría. En estas condiciones, la producción colectiva no sólo se colocará «en el primer plano» sino que dominará todo el campo; aún más, al mismo tiempo naturalmente también se organizará el consumo colectivo, pues es obvio que toda la nación, con excepción del restante 10%, vivirá a expensas públicas. La segunda característica económica de la madurez de un país para el socialismo es la posibilidad del predominio de la producción cooperativa. Ni siquiera en Francia las fábricas de vidrio cooperativa rinden más que otras empresas capitalistas. Una producción socialista sólo es posible si las cooperativas están como empresas dirigentes, a la cabeza del desarrollo industrial. Todas estas consideraciones son retorcidas desde el principio hasta el fin. Las cooperativas no pueden llegar a la cabeza del desarrollo industrial, no porque el desarrollo económico todavía no haya progresado suficientemente, sino porque lo ha hecho demasiado. El desarrollo económico prepara, indudablemente, el terreno para la producción cooperativa, pero ¿para cuál?: para la cooperación capitalista sobre la base del trabajo asalariado; cualquier fábrica nos puede servir como muestra de tal cooperación capitalista. Con el desarrollo técnico aumenta también la importancia de esta cooperación. Pero, ¿cómo podría permitir la evolución del capitalismo que las empresas cooperativas lleguen «a la cabeza de la industria»? ¿En qué basa las esperanzas de que las cooperativas desplacen a los cárteles y a los trusts y se coloquen a la cabeza del desarrollo industrial? Está claro que, en este caso, las cooperativas tendrían que expropiar automáticamente a todas las empresas capitalistas, después de lo cual sólo quedaría reducir la jornada laboral hasta el punto en que todos los ciudadanos tuviesen trabajo, regulando el volumen de producción de las diferentes ramas para evitar las crisis. De esta forma estaría construido, en sus rasgos fundamentales, el socialismo. La tercera condición previa es psicológica: haría falta «un crecimiento de la conciencia de clase del proletariado que, al fin y al cabo, trae consigo la unión espiritual de la mayoría aplastante de las masas populares». Por lo visto, ha de entenderse, en este caso, por unión espiritual la consciente solidaridad socialista y esto quiere decir que se consideraría la unión de la «mayoría aplastante de las masas populares» en las filas de la socialdemocracia como la condición previa psicológica del socialismo. Hay quien opina, por lo visto, que el capitalismo empujando a los pequeños productores hacia las filas del proletariado y a las masas proletarias hacia las filas del ejército de reserva industrial, dará a la socialdemocracia la oportunidad de unir espiritualmente la mayoría aplastante (¿90 %?) de las masas populares e ilustrarlas.
Aun respetando las buenas intenciones, tenemos que confesar con tristeza que incluso en la literatura burguesa rara vez hemos encontrado una mayor confusión sobre las así llamadas condiciones previas del socialismo. Vale la pena intervenir en esta confusión, sino por el problema en si mismo, una explicación sería el nivel de desarrollo técnico que reduzca a un mínimo el motivo del beneficio personal y su existencia de iniciativa personal, de ese espíritu emprendedor y de riesgo que coloque en primer plano la producción colectiva». Es bastante difícil comprender el sentido de este párrafo. Por lo visto quiere decir que primero, la técnica moderna todavía no ha desplazado, en una medida suficiente, al trabajo humano vivo en la industria; que segundo el desplazamiento supone el predominio «casi» ilimitado de grandes empresas en todas las ramas de la economía y con ello la proletarización casi ilimitada de la población entera de un país.
Realizar esto es igual de imposible, en el mundo de la barbarie capitalista, que el dominio de las cooperativas en el imperio de la competencia capitalista. Claro está que si fuera posible, la «mayoría aplastante de la nación unida en la conciencia y el espíritu, destituida, de una manera natural y sin complicaciones a los pocos magnates capitalistas y organizaría un orden económico socialista sin revolución ni dictadura». Aquí surge, sin embargo, involuntariamente la siguiente pregunta. Pero Marx, explicando las «condiciones previas imperecederas del socialismo» en su Manifiesto Comunista, consideraba la revolución de 1848 como la antesala inmediata de la revolución socialista. Después de 60 años, naturalmente, no hace falta ser muy sagaz para reconocer que Marx vivió en otra época distinta a la de hoy, pero sigo pensando que una guía donde apoyarse en la mayoría de los aspectos fundamentales como el materialismo dialectico e histórico incluso la ciencia. No es que Marx suprima la revolución proletaria, en principio porque todo proceso o cambio necesita una revolución y para mejorar aún más el sistema de vida es necesario una revolución permanente.
Pero tratemos otras dos «condiciones previas», que son prejuicios más difundidos. El desarrollo técnico, la concentración de la producción y la elevación de la conciencia de las masas, son indudablemente condiciones previas del socialismo. Pero todos estos procesos tienen lugar simultáneamente; no sólo se empujan e impulsan mutuamente sino que también se demoran y limitan recíprocamente. Cada uno de estos procesos, que se realiza en un nivel superior, requiere un desarrollo determinado de otro proceso en un nivel más bajo. Pero el desarrollo completo de cada uno de ellos es imposible una vez que los otros se han desarrollado, a su vez separadamente, por completo. Prosigamos. La elevación del nivel de conciencia tiene lugar, sin duda, continuamente gracias a la experiencia de la lucha diaria y a los esfuerzos conscientes de los partidos socialistas. Si analizamos este proceso por separado, podemos seguirlo hasta el punto en que la mayoría aplastante del pueblo o de fuerzas productivas que son el proletariado, por encima de cualquier duda se daría una revolución socialista, estos procesos representa las condiciones previas para el verdadero socialismo.
Quisiéramos empezar con el proceso mencionado en último lugar, el crecimiento del nivel de conciencia. Esto, como sabemos, no acontece en academias donde pudiera concentrarse artificialmente al proletariado durante 50, 100 ó 500 años, sino en plena vida de la sociedad capitalista sobre la base de una lucha de clases incesante. La conciencia creciente del proletariado da una nueva forma a esta lucha de clases, le otorga un carácter más profundo y provoca una reacción correspondiente de la clase dominante. La lucha del proletariado contra la burguesía tiene su propia lógica, que se agudiza más y más y que desembocará en una solución del asunto mucho antes de que las grandes empresas dominen en todas las ramas económicas.
Va de suyo que un crecimiento de la conciencia política se apoya en el incremento numérico del proletariado, de donde la dictadura proletaria supone que la fuerza numérica del proletariado es suficientemente grande como para romper la resistencia de la contrarrevolución burguesa. Pero eso no significa en absoluto que la «mayoría aplastante» de la población tenga que componerse de proletarios y la «mayoría aplastante» del proletariado de socialistas conscientes. En todo caso, está claro que el ejército revolucionario consciente del proletariado tiene que ser más fuerte que el ejército contrarrevolucionario del capital; aquí, las capas intermedias inseguras e indiferentes de la población tienen que estar en una situación tal que permita que el régimen de la dictadura proletaria las arrastre al lado de la revolución y no hacia las filas de sus enemigos. La política del proletariado, naturalmente, tiene que contar conscientemente con esto.
Intentemos estudiar las condiciones previas del socialismo, empezando con las más generales para llegar después a las más complejas: El socialismo no es sólo una cuestión de repartición proporcionada sino también una cuestión de producción planificada. Una producción socialista, es decir producción cooperativa en gran escala, sólo es posible cuando el desarrollo de las fuerzas productivas haya alcanzado un nivel en el que las grandes empresas trabajen más productivamente que las pequeñas. Cuanto más grande sea la preponderancia de la gran empresa sobre la pequeña, es decir cuanto más desarrollada esté la técnica, tanto mayores tienen que ser las ventajas económicas de la socialización de la producción, tanto más alto debe ser, por consecuencia el nivel cultural de la población entera al realizarse la distribución proporcionada que se basa en una producción planificada.
La primera condición previa objetiva del socialismo está dada desde hace mucho. Desde que la división del trabajo social condujo a la división del trabajo en la manufactura y especialmente, desde que ésta ha sido remplazada por la producción mecánica de las fábricas, la gran empresa ha llegado a ser cada vez más lucrativa y esto quiere decir que también una socialización de la gran empresa hará cada vez más rica a la sociedad. Está claro que la transformación de las empresas artesanales en propiedad común de todos los artesanos no hubiese hecho más ricos a éstos, mientras que al transformar las manufacturas en propiedad común de los obreros ocupados en ellas o al traspasar las fábricas a manos de los obreros asalariados, o mejor aún el traspaso de todos los medios de producción de la gran producción fabril a las manos de la población total, se elevaría indudablemente el nivel material de dicha población; y cuanto más alto sea el estado alcanzado por la gran producción, tanto más alto será también este nivel material.
A comienzos del siglo XIX se trazó su plan de asociaciones de producción y consumo, que debían constar de 2 000 a 3 000 personas cada uno. Los cálculos no son exactos pero en todo caso, el desarrollo del sistema manufacturero en aquella época hacía que le pareciesen más apropiados, en una medida incomparablemente mayor, los colectivos económicos que en el caso del ejemplo arriba mencionado, están mas cerca de las libre comunas.
La evolución de la división social del trabajo, por un lado, y de la producción mecánica, por otro, han hecho que la sociedad sea mas colectivista encajando un nuevo sistema de redistribuir la riqueza mas equitativamente que el subdesarrollo y la pobreza. Un socialista alemán que no era de la misma opinión que Marx, calculó a finales del siglo pasado las ventajas económicas de una economía socialista en el marco de Alemania. Conclusión de que en el caso de una organización metódica de la economía socialista, aprovechando todos los medios técnicos disponibles a mediados de los años noventa del siglo XX se podrían duplicar o triplicar los ingresos de los obreros y reducir el horario de trabajo a la mitad del actual.
No debe suponerse, desde luego, que la demostración de las ventajas económicas del socialismo: la productividad de trabajo infinitamente más alta en las grandes empresas, por un lado, y la necesidad de una planificación de producción, demostrada por las crisis económicas, por el otro, hablan mucho más elocuentemente en favor de las ventajas económicas del socialismo. Lo dicho anteriormente justifica la conclusión final de que -si resultase cierto que el crecimiento continuo del poder técnico de los hombres hace el socialismo cada vez más ventajoso están dadas, ya desde hace 100 ó 200 años, las suficientes condiciones previas técnicas para la producción colectivista en tal o cual dimensión, y de que el socialismo es técnicamente ventajoso actualmente, no sólo en un Estado individual sino, en una medida extraordinariamente grande, también a escala internacional.
Pero las ventajas técnicas del socialismo, por sí solas, no son suficientes para realizarlo. Durante los siglos XVIII y XIX, las ventajas de la gran producción no se presentaron bajo una forma socialista sino bajo la capitalista. No se realizaron ningún otro proyecto económico ¿Por qué no? Porque en aquella época no había ninguna fuerza social dispuesta ni capaz de realizar ningún estudio en materia económica.
Ahora pasamos, de la condición previa técnica de producción, a la socioeconómica, que es menos general pero más compleja. Si se tratase no de una sociedad de clases antagonistas sino de una comunidad homogénea que elige conscientemente su sistema económico, ya bastarían ampliamente los cálculos para empezar la construcción socialista, solo Carlos Marx hizo ese gran esfuerzo científico escribiendo El Capital. Tal teoría podría aplicarse actualmente, sin embargo, sólo dentro de los límites de comunidades o de un tipo de sociedad anónima. Siempre se puede partir del principio de que un proyecto de reforma económica (introducción de nuevas máquinas, de nuevas materias primas, de nuevos reglamento de trabajo y sistema de remuneración) es aceptado únicamente cuando este proyecto de reforma trae consigo ventajas comerciales para el gran capital es aceptado sin ninguna duda. Pero eso por sí solo no es suficiente, ya que aquí se trata de la economía de la sociedad entera. Aquí luchan intereses antagónicos; lo que para unos es ventajoso perjudica a una minoría con mucho poder. Y el egoísmo de una clase no sólo actúa contra el egoísmo de otra sino también en contra de los intereses de la totalidad. Para la realización del socialismo es necesario, por consiguiente, que, entre las clases antagónicas de la sociedad capitalista, haya una fuerza social suficientemente interesada en razón de su situación objetiva en la realización del socialismo y suficientemente poderosa para llevarla a cabo después de superar los intereses hostiles y la resistencia.
Uno de los méritos fundamentales del socialismo científico consiste en haber descubierto teóricamente tal fuerza social en el proletariado, y en haber mostrado que esta clase, creciendo forzosamente con el capitalismo, puede encontrar su salvación sólo en el socialismo; que la situación total la empuja hacia el socialismo y que, finalmente, la doctrina del socialismo tendrá que hacerse necesaria para la ideología del proletariado en la sociedad capitalista.
Así puede fácilmente verse el gran paso atrás que significa que significa el sistema capitalista en comparación con el marxismo cuando afirma que -desde el momento en que se pueda demostrar que «por el traspaso de los medios de producción a manos del Estado no sólo se consigue una prosperidad general sino que, además, podrá ser reducida la jornada de trabajo resultará completamente accesorio el que se confirme o no se confirme la teoría de la concentración del capital o la de la desaparición de clases sociales intermedias».
Una vez que sean demostradas las ventajas del socialismo -opino es «inútil poner todas las esperanzas en el fetiche del desarrollo económico; en cambio, deberían emprenderse investigaciones extensas y llegar a una amplia y escrupulosa preparación del paso de la producción privada a la estatal o «colectiva». Cuando se ataca las tácticas puramente oposicionistas de la socialdemocracia y recomienda «proceder» en seguida a los preparativos para la transformación socialista, olvida que la socialdemocracia carece todavía del poder necesario para ello la gran mayoría del Reichstag, a pesar de tener el poder en sus manos, no tuvieron ni la menor intención de introducir el socialismo. El proyecto socialista no convencieron a algunos personajes de la historia ejemplo de ellos son los Borbones de la Restauración; la única diferencia es que este último basaba su utopismo político en una fantasía apasionada en el terreno de las creaciones económica.
¿Cómo tiene que ser el nivel de diferenciación social para que esté dada la segunda condición previa? En otras palabras: ¿Hasta dónde necesita llegar la fuerza numérica absoluta y relativa del proletariado? ¿Debernos contar con la mitad, con los dos tercios o con los nueve décimos de la población? Intentar determinar el marco puramente aritmético de esta segunda condición previa del socialismo sería una empresa desesperante. Aceptando no obstante este esquematismo, surgiría antes que nada la pregunta de a quién ha de contarse entre el proletariado. ¿Debemos incluir en el cálculo a las amplias capas de semiproletarios y semicampesinos? ¿Debemos contabilizar el ejército de reserva de los proletarios urbanos quienes, por un lado, amalgaman con el proletariado parásito de mendigos y ladrones y por el otro pueblan las calles de las ciudades en calidad de comerciantes al por menor, desempeñando pues un papel parásito respecto a la economía total? Esta cuestión no es nada simple.
La importancia del proletariado se deriva principalmente de su papel en la gran producción. La burguesa se apoya, en su lucha por el dominio político, sobre su poder económico. Antes de conseguir hacerse con la autoridad pública, concentra en sus manos los medios de producción del país; esto determina también su específico peso social. El proletariado en cambio a pesar de todas las fantasmagorías cooperativas estará apartado hasta el momento de la revolución socialista, de los medios de producción. Su poder social resulta del hecho de que los medios de producción, encontrándose en manos de la burguesía, sólo pueden ser puestos en movimiento, por el proletariado. Desde el punto de vista burgués, el proletariado es pues también uno de los medios de producción que, junto con los otros, forma un todo, un mecanismo unitario; pero el proletariado es la única parte no automática de este mecanismo y pese a todos esfuerzos, no puede ser reducido a estado de automatismo. Esta posición le da al proletariado la posibilidad de impedir, según su voluntad parcial o totalmente (huelga general o parcial), el funcionamiento de la economía social.
De ello resulta que la importancia del proletariado --en igualdad de circunstancias en cuanto a fuerza numérica-- es tanto más grande cuanto mayor es la masa de fuerzas productivas que pone en movimiento: el proletario de una gran fábrica -en igualdad de circunstancias- tiene una importancia social mayor que un artesano, y un proletario urbano la tiene mayor que un proletario del campo. En otras palabras: el papel político del proletariado es tanto más importante cuanto más domina la gran producción sobre la pequeña, la industria sobre la agricultura y la ciudad sobre el campo.
Si analizamos la historia de Alemania o de Inglaterra en el periodo en el que el proletariado de estos países formaba una parte de la población igual de grande que el proletariado de la Rusia actual, podemos observar que aquél no desempeñaba el papel que corresponde actualmente a la clase obrera rusa, por eso opino que Alemania y el Reino Unido a pesar de que el proletariado estaba mas preparado para la revolución socialista no se dieron esas circunstancias ni podía tampoco hacerlo, dada su significación objetiva. Todo esto demuestra claramente que el intento de predeterminar la proporción de la población total que debe formar parte del proletariado en el momento de la conquista del poder político es un trabajo infructuoso. En lugar de ello citaremos algunos datos aproximados para mostrar qué parte de la población forma actualmente el proletariado.
De todo ello podemos sacar la conclusión de que la evolución económica -el crecimiento de la industria, el crecimiento de las grandes empresas, el crecimiento de las ciudades, el crecimiento del proletariado en general y del proletariado industrial en particular- ha preparado ya la escena no sólo para la lucha del proletariado por el poder político sino también para su conquista. Ahora trataremos de la otra condición previa del socialismo, la dictadura del proletariado. La política es el terreno donde las condiciones objetivas previas se entremezclan con las subjetivas y donde ambas se interinfluencias. En condiciones técnicas y socioeconómicas determinadas, una clase se fija conscientemente el objetivo determinado de conquistar el poder, concentra sus fuerzas, calcula la fuerza de su adversario y decide en consecuencia.
Pero tampoco en este terreno el proletariado es absolutamente independiente; junto a elementos subjetivos, --conciencia, disposición e iniciativa-- cuya evolución tiene también su propia lógica, el proletariado en su política se enfrenta con una serie de elementos objetivos: la política de las clases dominantes, las instituciones estatales existentes (el ejército, la enseñanza clasista, la Iglesia estatal), las relaciones internacionales, etc.
Primero trataremos el elemento subjetivo: la disposición del proletariado respecto a la transformación socialista. Indudablemente, no es suficiente que el nivel técnico haya hecho ventajosa una economía socialista desde el punto de vista de la productividad del trabajo colectivo; ni tampoco basta con que la diferenciación social, sobre la base de esta técnica, haya creado un proletariado que represente, por su significado numérico y económico, la clase más importante e interesada por razones objetivas en el socialismo. Por encima de todo esto, es necesario que esta clase sea consciente de su interés objetivo. Es menester que comprenda que para ella no hay otra salida que el socialismo; es necesario que se una en un ejército suficientemente fuerte como para conquistar en lucha abierta el poder político.
En las condiciones que se dan hoy en día sería absurdo negar esta afirmación. Sólo la clase reaccionaria luchadores podían poner sus esperanzas en la iniciativa salvadora de las organizaciones conspiradoras. Ahora bien, muchos ideólogos socialistas (ideólogos en el sentido negativo, o sea, los que lo revuelven todo) hablan de la preparación del proletariado para el socialismo en el sentido de su transformación moral. El proletariado y «la humanidad» en general necesitarían ante todo perder su vieja naturaleza egoísta; en la vida social deberían predominar los impulsos del altruismo, etc. . Como estamos muy lejos de semejante estado y como la «naturaleza humana» sólo ha de cambiar lentísimamente, el advenimiento del socialismo se ha alejado por algunos siglos. Tal concepto parece muy realista y evolucionista, etc. Pero en realidad se basa en consideraciones moralistas triviales.
Estoy convencido se de estas circunstancia de suponer que la psicología socialista tiene que existir antes del socialismo; en otras palabras, que es posible inculcar a las masas una sicología socialista sobre la base de las condiciones capitalistas. Aquí no se debe confundir el aspirar conscientemente al socialismo con la psicología socialista. Esta última supone la ausencia de motivos egoístas en la esfera de la vida económica, mientras que la aspiración y la lucha por el socialismo nacen de la psicología de clase del proletariado. Por muchos puntos de contacto que haya entre la psicología de clase del proletariado y la psicología socialista de una sociedad sin clases, un abismo profundo las separa.
La lucha común contra la explotación hace brotar en el alma obrera indicios preciosos de idealismo, de camaradería solidaria y de espíritu de sacrificio desinteresado pero, al mismo tiempo, la lucha por la existencia individual, el espectro de la miseria, la diferenciación dentro del mismo estamento obrero, la presión de las masas ignorantes desde abajo y la actividad corrompida de los partidos burgueses, impiden el despliegue completo de estos indicios. Sin embargo, lo esencial del asunto es que el obrero medio -aun cuando pueda seguir siendo egoísta y pequeño burgués, sin sobrepasar en su calidad «humana» a los representantes medios de las clases burguesas- se convence por la experiencia de la vida de que sus deseos más simples y sus necesidades más naturales sólo pueden satisfacerse sobre las ruinas del sistema capitalista. Si el socialismo tan sólo se hubiese propuesto crear una nueva naturaleza humana dentro del marco de la vieja sociedad, no sería más que una nueva edición de las utopías moralistas. El socialismo no se propone la tarea de desarrollar una psicología socialista como condición previa del socialismo, sino la de crear condiciones de vida socialistas como condición previa de una psicología socialista.
La pregunta que yo me hago es la siguiente: El capitalismo como sistema ha llegado a un nivel de desarrollo científico tan alto, ¿otro sistema hubiera llegado a tal desarrollo?, particularmente yo creo que hubiera llegado con sistema socialista y este sistema habría erradicado el hambre en el mundo.

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