Cuando se cumple el 37 aniversario del golpe de
Estado de Chile y el derrocamiento y muerte de Salvador Allende los medios de
comunicación se vuelcan con decimo aniversario del 11-S, como si fuera el único
11-S y no hubiera existido otro, después de la colaboración prestada por el
departamento de Estado Norteamericano en ese golpe cruento, donde miles de
personas fueron torturadas y muertas por el sanguinario dictador Pinochet, como
siempre EEUU, no podía permitir ese tipo de democracia, así que empeñó todo su
esfuerzo en derrocarla, suponía un revés para sus intereses imperialistas. El
atentado a las torres gemelas fue la semilla de odio que implantó la CIA,
equipando, subvencionando y entrenando a talibanes contra los soviéticos en
suelo Afgano, alimentando odios, que continua hasta nuestros días.
Pero dejando atrás todo esto, yo en nombre de
camaradas y amigos quiero homenajear a Salvador Allende y al pueblo chileno con
sus ultimas palabras:
Pagaré con
mi vida la defensa de principios que son caros a esta patria. Caerá un baldón
sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltado a su palabra, roto la
doctrina de las Fuerzas Armadas. El pueblo debe estar alerta y vigilante. No
debe dejarse provocar, ni dejarse masacrar, pero también debe defender sus
conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna
y mejor. Una palabra para aquellos que llamándose demócratas han estado
instigando esta sublevación, para aquellos que diciéndose representantes del
pueblo, han estado turbia y torpemente actuando para hacer posible este paso
que coloca a Chile en el despeñadero.
En nombre de
los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a
ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión
ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada, éste es un momento duro
y difícil. Es posible que nos aplasten, pero el mañana será del pueblo, será de
los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.
Compatriotas:
es posible que silencien las radios, y me despido de ustedes. En estos momentos
pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí
estamos, por lo menos con este ejemplo, para señalar que en este país hay
hombres que saben cumplir con las obligaciones que tienen. Yo lo haré por
mandato del pueblo y por la voluntad consciente de un presidente que tiene la
dignidad del cargo...
Quizás sea
ésta la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea
ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras
no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que
han traicionado el juramento que hicieron.
Soldados de
Chile, comandantes en jefe y titulares... al almirante Merino... ... El general
Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su solidaridad y lealtad al
gobierno, también se ha denominado director general de Carabineros.
Ante estos
hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado
en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo
que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de
miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la
fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con
el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores
de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza
que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de
justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y
así lo hizo. Es este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a
ustedes, espero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo,
unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su
tradición: la que les señaló Schneider y que reafirmara el comandante Araya,
víctima del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena
conquistar el poder para seguir defendiendo sus granujerías y sus privilegios.
Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra: a la campesina que
creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de su
preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los
profesionales patriotas, a los que hace días están trabajando contra la
sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para
defender también las ventajas de una sociedad capitalista.
Me dirijo a
la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de
lucha; me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a
aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace
muchas horas presente en los atentados terroristas, volando puentes, cortando
las vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al
silencio de los que tenían la obligación de proceder... La historia los
juzgará.
Seguramente
Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a
ustedes. No importa: me seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes, por lo
menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la patria. El
pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar
ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores
de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres el
momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo
que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde
pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile,
viva el pueblo, vivan los trabajadores!
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