GENECIDIO Y HORROR
Historia de un terror consentido
Juan García Calero
Un genocidio en cubierta por la
Comunidad-Internacional se cierne sobre el pueblo palestino ¿Por qué dice James Petras que
el pueblo Estado-Unidense no es responsable de la masacre-genocida perpetrada
por el Sionismo Internacional? Es que no colaboran con el gobierno de
Obama pagando sus impuestos que utiliza el gobierno de los EEUU para dar
cobertura-financiera militar a los judíos? “El que no sea culpable que tire la
primera piedra”, somos de alguna manera todos culpables-indirectos porque elegimos
los gobiernos electoralmente, le damos un cheque en blanco que esa elite
gobernantes manejan por intereses en las estructuras del poder global
alimentando los imperialismos sin control-ciudadano.
Esa ira descargada y alimentada por el
pueblo de Israel sobre la población indefensa palestina es un crimen atroz que
pone en evidencia el nivel moral del Estado de Israel y sus ciudadan@s
festejando esa masacre-terrorista con un jubilo fuera de lo normal, demostrando
una vez más los pocos escrúpulos que posee y el poco respeto hacia los
Derechos-Humanos.
El silencio cómplice de la
Comunidad-Internacional y la responsabilidad de los Estados-Unidos junto con la
Unión-Europea al permitir este crimen de Estado, repudiado por parte de la
población mundial y de respectivos gobiernos de países latinos-americanos:
Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina etc.
Repasando la Historia de una Invasión.-
A partir de 1878 comenzaron a establecerse los primeros asentamientos de
judíos en Palestina, impulsados por el movimiento sionista. Alrededor de 25 mil
inmigrantes entraron ilegalmente desde el este de Europa. En 1895 el total de
la población de Palestina ascendía a 500 mil personas: 453 mil eran árabes
palestinos y ocupaban 99% de la tierra; 47 mil eran judíos y eran dueños del 5%
de la tierra.
El Fondo Nacional Judío, fundado por el V Congreso Sionista, se encargó de
comprar tierras y entre 1904 y1914 se produjo la segunda ola migratoria. En
1909 se instaló el primer kibutz (granja colectiva) al norte de Yaffa.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, Inglaterra prometió la
independencia de las tierras árabes bajo el gobierno otomano, incluyendo
Palestina, a cambio de su apoyo contra Turquía, aliado de Alemania.
En 1917, el ministro de Relaciones Exteriores británico envió una carta al
barón Rotschild (conocida como «Declaración Balfour») en la que comprometía los
esfuerzos de Inglaterra para la creación de un Hogar Nacional Judío. Los
palestinos realizaron su primera conferencia en 1919 y se opusieron a la
Declaración Balfour, pues aspiraban a la creación de un Estado Palestino
independiente, tal como los británicos habían prometido a cambio de su apoyo
durante la guerra.
En 1920 la Conferencia de San Remo garantizó el mandato
británico sobre Palestina. Dos años más tarde el Consejo de la Liga de las
Naciones promulgó un mandato que promovía el establecimiento en ese territorio
de un Hogar Nacional para el pueblo judío. Durante seis meses los palestinos
realizaron huelgas y movilizaciones en protesta por las confiscaciones de tierra
y la inmigración ilegal, que tenía por objeto aumentar la escasa población
judía y justificar sus aspiraciones territoriales.
El gobierno inglés publicó un nuevo «Libro Blanco», que restringía la
inmigración judía y ofrecía la independencia de Palestina al cabo de 10 años.
La resolución fue rechazada por los sionistas, quienes organizaron milicias y
lanzaron una campaña terrorista-sangrienta contra británicos y palestinos. El 9
de abril de 1948, un destacamento de la organización «Irgun», comandado por
Menahem Begin, invadió la aldea de Deir Yassin y asesinó a 254 civiles. El
terror provocó el éxodo de decenas de miles de palestinos.
Al fin de la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas
aprobaron la partición de Palestina (Resolución 181). Los palestinos, que
constituían el 70% del total de la población y tenían el 92% de la tierra,
fueron reducidos al 43% del territorio. El resto fue entregado a los judíos,
que representaban el 30% de la población y poseían sólo el 8% de la tierra.
Jerusalén se consideró dentro del 1% que quedaría como zona internacional.
El 14 de mayo de 1948 los judíos proclamaron el Estado de
Israel. Al día siguiente estalló la primera Guerra Árabe-israelí y nació el «conflicto de Oriente Medio».
Palestina quedó dividida en tres partes: la que ocupaba Israel; la ribera
occidental del Jordán (Cisjordania) que pasó a Jordania, y Gaza, que quedó bajo
la administración de Egipto. Unos 700 mil palestinos fueron expulsados de sus
hogares, huyeron a los países vecinos y se instalaron en campos de refugiados.
En 1964 se creó la a Organización para la Liberación de
Palestina (OLP), para defender los intereses del pueblo palestino y
afirmar su identidad a nivel regional e internacional. En 1969 Yasser Arafat
fue elegido presidente de la organización.
Los grupos palestinos que actuaban en la clandestinidad, como Al Fatah,
desconfiaban de esa organización promovida por los gobiernos árabes y también
de su énfasis en la lucha diplomática. Convencidos de que la recuperación del
territorio sólo sería posible a través de operaciones militares, el 1° de enero
de 1965 realizaron la primera acción armada en Israel.
En 1967 estalló la Guerra de los Seis Días: Israel ocupó todo
Jerusalén, el Golán sirio, el Sinaí de Egipto y los territorios palestinos de
Cisjordania y Gaza. La ONU llamó a Israel a retirarse de los territorios árabes
ocupados por la fuerza y declaró el derecho de los palestinos al retorno y a la
autodeterminación.
La derrota de los ejércitos árabes reforzó la convicción de que la lucha guerrillera
era el único camino. En marzo de 1968, durante un combate en el pueblo de Al
Karameh, los palestinos obligaron a los israelíes a replegarse. La escaramuza
pasó a la historia como la primera victoria de las armas palestinas. Los grupos
armados se integraron a la OLP y obtuvieron el respaldo de los gobiernos
árabes.
El fortalecimiento político y militar de los palestinos fue percibido como
una amenaza por el rey Hussein de Jordania, que hasta entonces había actuado
como su representante y portavoz. En setiembre de 1970 esta situación se volvió
insostenible. Elementos de la resistencia palestina en Jordania, conocidos como
fedayines (del árabe fida’i, «el que sacrifica su vida por la causa») fueron
atacados por fuerzas del rey Hussein, compuestas mayoritariamente por beduinos,
en respuesta a varios secuestros de aviones civiles perpetrados por el Frente
de Liberación Palestina, liderado por George Habash. Una guerra civil de 10
días derivó en 3.500 muertes y gran destrucción material en Jordania. La OLP
fue expulsada de Jordania e instaló su cuartel general en Beirut.
El nuevo exilio redujo la posibilidad de realizar acciones armadas dentro
de Israel y surgieron grupos radicalizados como «Setiembre Negro», cuyo nombre
derivó de la lucha entre fuerzas del gobierno jordano y fedayines palestinos,
que realizaron atentados contra instituciones y empresas israelíes en Europa y
otras partes del mundo.
La dirección de la OLP pronto comprendió la necesidad de cambiar su
táctica; sin abandonar la lucha armada, inició una gran ofensiva diplomática y
pasó a dedicar gran parte de sus esfuerzos a consolidar la unidad e identidad
palestinas. La Conferencia de Argel de los No Alineados, celebrada en 1973,
identificó por primera vez el problema palestino, en lugar de la rivalidad
entre Israel y los países árabes, como la clave del conflicto en Oriente Medio.
En 1974 una conferencia cumbre de la Liga Árabe reconoció a la OLP como «único
representante legítimo del pueblo palestino». En octubre de ese año la OLP fue
admitida como observadora por la Asamblea General de la ONU, que reconoció el
derecho del pueblo palestino a la autodeterminación e independencia. El 10 de
noviembre de 1975, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó, por una
votación de 72 a 35 (con 32 abstenciones), la Resolución 3379, que estableció
que el «sionismo es una forma de racismo y discriminación racial». La
resolución fue revocada el 16 de diciembre de 1991, por una votación de 111
contra 25 (y 13 abstenciones).
El programa de la OLP, acordado en 1968, llamaba a sostener la lucha armada
contra la «ocupación sionista», para liberar toda Palestina, incluyendo las
fronteras internacionales del Estado de Israel, reconocidas antes de la guerra
de 1967. «La lucha armada es la única vía para liberar Palestina. Esta es la
estrategia general, no meramente una fase táctica». Ello implicaba,
necesariamente, el fin del actual Estado de Israel. No obstante, sin renunciar
a esta meta, la OLP pasó a admitir como «solución temporal» el establecimiento
de un Estado palestino independiente «en cualquier parte del territorio
eventualmente liberado por las armas o del que Israel se retire».
En 1980, el primer ministro israelí Menahem Begin y el presidente egipcio
Anwar Sadat firmaron, con mediación estadounidense, un acuerdo de paz en Camp
David. Israel se comprometía a retirarse de la península del Sinaí. Poco
después se multiplicaron los asentamientos en Cisjordania, con apropiación de
tierras palestinas aumentando la tensión en los territorios ocupados. Sucesivas
votaciones contrarias a estas medidas en las Naciones Unidas quedaron
desprovistas de todo efecto práctico, ya que el veto estadounidense en el
Consejo de Seguridad hacía imposible cualquier tipo de sanción contra Israel.
En julio de 1982, en un intento de «resolver definitivamente» el problema
palestino, fuerzas israelíes invadieron Líbano. Buscaban destruir la estructura
militar de la OLP, capturar el mayor número posible de sus dirigentes, que
desarrollaban ataques a lo largo de la frontera norte de Israel, anexar la
parte sur del Líbano e instalar en Beirut un gobierno dócil. La masacre
ocurrida en los campamentos de refugiados de Sabra y Shatila, llevada a cabo
por el Ejército Libanés bajo las ordenes del Ministro de Defensa Israelí, Ariel
Sharon, hizo surgir la simpatía internacional para con el sufrimiento del
pueblo palestino. El cuartel general de la organización pasó a instalarse en
Túnez y, en recorrida por Europa, Yasser Arafat fue recibido con honores de
jefe de Estado en varios países, en particular en el Vaticano.
Discretamente la OLP inició conversaciones con dirigentes israelíes
proclives a una solución negociada con los palestinos. La invasión del Líbano
hizo surgir grupos pacifistas pequeños pero activos dentro de Israel, que
reclamaban un diálogo con la OLP. Algunos grupos palestinos radicales
cuestionaron esa aproximación y discreparon con la línea política de Arafat. La
OLP se dividió y sus fracciones se enfrentaron, a veces violentamente.
En 1987, tras años de dificultades internas, el Congreso Nacional
Palestino, reunido en Argel, recompuso la unidad de la OLP.
Ese mismo año los funerales de varios jóvenes palestinos muertos en
enfrentamientos con patrullas militares israelíes llevaron a nuevas
confrontaciones, huelgas generales y protestas civiles. Comenzó la Intifada
(levantamiento popular) en la franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental.
La Intifada marcó una nueva etapa en la lucha palestina: por primera vez la
población –jóvenes, niños y ancianos– se levantaba contra del ejército de
ocupación. Muchos civiles desarmados arrojaban piedras en las luchas
callejeras, hecho que causó impacto mundial debido a la utilización, por parte
de la ocupación israelí, de armamento pesado para reprimir las protestas. La
Intifada duró aproximadamente cinco años y socavó la ya precaria economía de
los habitantes de los territorios ocupados.
El 14 de noviembre de 1988, el Consejo Nacional Palestino (parlamento en el
exilio), reunido en Argel, proclamó el Estado Palestino Independiente, de
acuerdo a la resolución 181 de Naciones Unidas de 1948 que dividía Palestina en
dos estados, uno judío y otro árabe palestino. Esto implicaba aceptar al Estado
de Israel. Días después, 54 países reconocieron al nuevo Estado.
Arafat fue elegido presidente palestino y en esa condición
habló en la Asamblea General de la ONU. Repudió el terrorismo, aceptó la
existencia de Israel y pidió el envío de fuerzas internacionales a los
territorios ocupados. Como consecuencia de su discurso, el presidente
estadounidense Ronald Reagan decidió iniciar conversaciones con la OLP.
Al estallar la Guerra del Golfo en 1991, las simpatías pro
iraquíes del pueblo palestino se expresaron claramente. Este apoyo privó a la
OLP del sostén financiero de las ricas monarquías del Golfo, contrarias al régimen
de Irak.
En setiembre de 1991 Arafat fue confirmado como presidente de Palestina y
de la OLP, y el Consejo Nacional Palestino aceptó la renuncia de Abu Abbas,
líder del Frente de Liberación de Palestina. Abbas fue condenado en rebeldía
por un tribunal italiano a cadena perpetua por el secuestro del crucero
«Achille Lauro», en 1985.
En 1991, auspiciada por Estados Unidos y la ex URSS,
comenzó en Madrid la primera Conferencia de Paz para Oriente Medio. Palestinos
e israelíes acordaron el reconocimiento mutuo.
En setiembre de ese año se firmó en la Casa Blanca la Declaración de
Principios entre Israel y la OLP, que estableció un plazo de cinco años para la
retirada de Israel de los territorios ocupados y para la discusión del estatuto
definitivo de la franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental, culminando
con el establecimiento de un Estado Palestino independiente.
El parlamento israelí ratificó el reconocimiento de la OLP y la Declaración
de Principios. El Consejo Central de la OLP aprobó, por su parte, el texto
acerca de la autonomía.
Hamas y Hizbollah en el campo palestino, así como los colonos de los
asentamientos ubicados en los territorios ocupados y la extrema derecha, del
lado israelí, se opusieron al acuerdo. En un clima de hostilidad, se pospuso la
retirada militar israelí de Gaza y Jericó, prevista para el 13 de diciembre.
En mayo de 1994, Rabin y Arafat firmaron el acuerdo de autonomía «Gaza y
Jericó primero», mientras continuaba la retirada israelí, lo que permitió el
regreso de soldados del Ejército de Liberación de Palestina exiliados en
Egipto, Yemen, Libia, Jordania o Argelia.
Luego de 27 años de exilio Arafat llegó a Gaza en julio y asumió como jefe
del Ejecutivo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). En las zonas donde
regía la autonomía palestina comenzó una afluencia de inversiones de capitales
palestinos y extranjeros, además de la ayuda internacional, para preparar los
cimientos del futuro Estado.
La lucha entre el histórico líder de la OLP y sus adversarios islamistas,
opuestos a los acuerdos con Israel, se hizo cada vez más violenta. Arafat
quería que Hamas participara en las elecciones generales palestinas de enero de
1996, lo que le hubiera dado mayor legitimidad a su liderazgo. Los islamistas
boicotearon los comicios. Arafat fue elegido presidente con 87% de los votos y
los candidatos oficialistas obtuvieron 66 de las 88 bancas en juego.
La elección de Benyamin Netanyahu, líder conservador del Likud, como primer
ministro israelí (ver Israel) en mayo agravó la tensión entre ambos países.
Las difíciles negociaciones culminaron con el retiro de las tropas
israelíes de la ciudad de Hebrón en 1997. Ese mismo año, y en base a los
acuerdos entre ambas partes, se logró la liberación de presos políticos
palestinos de las cárceles israelíes. A fines de 1997 se produjo un quiebre en
las conversaciones, debido a que Netanyahu desconoció lo acordado y continuó
con la construcción de nuevos asentamientos ilegales. El hecho originó fuertes
enfrentamientos y duras condenas internacionales. Arafat manifestó que, vencido
el plazo de cinco años establecido en compromisos asumidos, él declararía un
Estado Palestino independiente con capital en Jerusalén Oriental.
En 2000, el presidente estadounidense Bill Clinton invitó a Arafat y al
primer ministro israelí Ehud Barak a reunirse en Camp David. Las propuestas
norteamericanas e israelíes para un acuerdo definitivo no cumplían las demandas
palestinas básicas: no se desmantelaban los asentamientos ilegales de
Cisjordania, no se contemplaba el retorno de los refugiados ni el control
palestino de las fronteras. Jerusalén, ciudad santa para musulmanes y judíos,
se convirtió en el mayor obstáculo para la negociación ya que las partes
pretendían erigir allí su capital.
La tensión se agravó con la visita del ex ministro de defensa israelí Ariel
Sharon a la explanada de las mezquitas, en Al Quds/Jerusalén, lugar sagrado
para musulmanes y judíos. Fue el inicio de una nueva Intifada; una serie de
ataques suicidas con bomba en centros urbanos israelíes provocaron numerosas
víctimas civiles israelíes y Tel Aviv retomó sus bombardeos sobre poblaciones
palestinas que dejaron 400 muertos.
La victoria de Sharon en las elecciones israelíes de febrero 2001 fue un
nuevo golpe al proceso de paz. Ese mes la secretaría general de Naciones Unidas
dio a conocer un documento que señalaba que el bloqueo económico impuesto por
Israel en Cisjordania y la franja de Gaza ponía al gobierno de Arafat al borde
del colapso por falta de fondos.
El enviado especial de la ONU a Medio Oriente, Terje Roed-Larsen, advirtió
que si otros países no apoyaban monetaria y urgentemente a los palestinos
(según el informe se necesitaban 1.000 millones de dólares para el resto de ese
año) la violencia se incrementaría.
Durante los meses siguientes los combates aumentaron. La arremetida israelí
y el estancamiento de las negociaciones aumentaron la resistencia contra la
ocupación y Sharon respondió con asesinatos selectivos a presuntos terroristas
y amplió su ofensiva atacando núcleos y pueblos palestinos con helicópteros y
barcos de guerra. Varios cientos de palestinos murieron durante la rebelión y
las acciones militares continuaron con la ocupación de los territorios bajo
relativo control palestino.
Tras los ataques contra Nueva York y Washington del 11 de
setiembre de 2001, Sharon creyó que la opinión pública internacional y la
actitud de los gobiernos occidentales podría volverse a su favor, y profundizó
su ofensiva contra la rebelión palestina. Debido a la necesidad de sumar
aliados a su campaña antiterrorista contra el régimen talibán afgano, George W.
Bush prefirió mantenerse distante y evitar confrontaciones con el resto de los
países árabes.
Numerosos atentados suicidas realizados por militantes radicales palestinos
señalaron una nueva fase del enfrentamiento. Para reforzar la seguridad, Sharon
limitó el tránsito de bienes y personas a través de las fronteras de
Cisjordania y la franja de Gaza desde el inicio de la insurrección. La medida
perjudicó tanto a obreros como a empresas palestinas.
En diciembre Sharon cortó toda negociación con Arafat. La nueva estrategia
israelí pasaba por no considerar al líder palestino como interlocutor válido.
Las restricciones al movimiento de bienes y personas en Israel y los
territorios ocupados tras 18 meses de rebelión situaron a la economía palestina
al borde de la quiebra. El cierre continuado de los puestos fronterizos causó
daños irreparables. El desempleo se triplicó, afectando a casi el 30% de la
mano de obra palestina.
En marzo se celebró en Beirut la cumbre de países árabes, a la que Arafat
no pudo asistir porque Sharon lo mantuvo sitiado en su búnker de Ramala durante
más de un mes.
Pese al caos que marcó su inicio, la cumbre culminó con la aprobación de un
plan de paz que incluía una decisión histórica: los firmantes se comprometían a
reconocer al Estado de Israel, siempre que éste se retirara a las fronteras
anteriores a 1967 y permitiera el regreso de los tres millones de refugiados
palestinos, y la formación de un Estado palestino con parte de Jerusalén como
su capital. Israel calificó de «inaceptable» la propuesta.
En abril Al Fatah, Hamas, Jihad Islámica, el Frente Popular y el Frente
Democrático para la Liberación de Palestina, acordaron por primera vez un plan
de lucha común «para hacer frente a todo ataque israelí». La mayoría de los 82
suicidas que habían atacado objetivos en Israel y en los asentamiento judíos
desde el comienzo de la Intifada, militaban en esas organizaciones integristas.
Ese mismo mes, el campo de refugiados de Jenín fue escenario de sangrientos
bombardeos israelíes y cientos de palestinos murieron. Terje Roed-Larsen, el
enviado de la ONU, calificó de «desastre humanitario moralmente repugnante» lo
ocurrido en Jenín y declaró a Sharon «persona no grata». Tras las incursiones
en Jenín y otras áreas bajo relativo control de la ANP, Israel hizo prisioneros
a unos 5 mil palestinos.
En junio de 2002 Bush llamó a los palestinos a repudiar el liderazgo de
Arafat y buscar un líder que no estuviese «comprometido con el terrorismo». En
diciembre Arafat postergó la realización de elecciones, responsabilizando a
Israel.
En marzo de 2003, Mahmoud Abbas (un político moderado, conocido como Abu
Mazen) asumió como primer ministro palestino. En abril, Bush presentó a Sharon
y a Abbas un nuevo plan de paz conocido como «Hoja de Ruta», impulsado por el
denominado «Cuarteto de Medio Oriente» (EE.UU., la UE, Naciones Unidas y
Rusia), que debía conducir a la creación de un Estado palestino y a la solución
de todos los problemas pendientes para el año 2005. Acusado por los sectores
radicales de hacer demasiadas concesiones a Israel, Abbas renunció en julio.
La violencia se intensificó. A ello se sumó la construcción de un muro de
separación en Cisjordania, que según Israel buscaba impedir el ingreso de
terroristas. Los palestinos consideraron el muro como un intento por demarcar
unilateralmente las fronteras con un eventual Estado palestino, en condiciones
ventajosas para Israel. La Asamblea General de la ONU exigió que Israel
detuviera la obra, pero la Unión Europea y EE.UU. pidieron a la Corte
Internacional de Justicia que se abstuviera de pronunciarse sobre la legalidad
de la construcción. La barrera privó a miles de palestinos de acceder a
servicios esenciales como el agua, la salud y la educación, así como a fuentes
de ingresos como la agricultura y otras formas de empleo.
En marzo de 2004, tras un doble atentado suicida de Hamas en el puerto de
Ashdod, Israel respondió con un plan de «asesinatos selectivos» de líderes de
movimientos radicales palestinos. Con un misil disparado desde un helicóptero,
Israel mató al líder espiritual de Hamas, el jeque Ahmed Yassin, de 67 años,
cuando salía de una mezquita de Sabra (Gaza). Aunque el asesinato provocó el
rechazo unánime de la comunidad internacional, EE. UU. vetó en el Consejo de
Seguridad de la ONU una moción de condena.
Sharon anunció, en abril de 2004, el «Plan de separación unilateral con los
palestinos» que incluía la evacuación de los asentamientos de la franja de Gaza
y el desmantelamiento de seis colonias de Cisjordania. A cambio, Israel
pretendió el apoyo de EE.UU. para el mantenimiento de «bloques de colonias» en
Cisjordania, donde vive la mayoría de los 230 mil colonos israelíes, y una
declaración del presidente Bush negando el derecho al retorno de los refugiados
palestinos.
En octubre, las fuerzas israelíes demolieron las casas de cientos de
palestinos y derribaron obras de infraestructura, matando a más de 70 personas
en lo que constituyó el ataque más cruento en la Franja de Gaza en años. El
ataque se realizó luego de que dos niños israelíes murieran a causa del disparo
de un cohete por parte de Hamas.
El 11 de noviembre de 2004, Arafat murió en París. El funeral de Estado se
realizó en El Cairo (Egipto). Finalmente Arafat sería enterrado en la sede del
cuartel de la Autoridad Nacional Palestina en Ramala, pese a su deseo de ser
enterrado en Jerusalén (denegado por Israel).
Rauhi Fatuh, presidente del Consejo Legislativo Palestino, asumió la
presidencia de la ANP por 60 días, hasta la celebración de elecciones
generales, mientras Abbas fue nombrado presidente del comité ejecutivo de la
OLP.
En las elecciones de principios de febrero de 2005, Abbas, candidato del
Fatah, fue elegido presidente de la ANP con 62% de los votos e inmediatamente
intentó persuadir a los grupos radicales Hamas y Jihad Islámica para que
suspendieran sus ataques sobre Israel.
En febrero, Abbas consiguió convencer a Hamas y a la Jihad de que
declarasen un período extraoficial de alto al fuego. Con este frágil marco,
Abbas y Sharon anunciaron la voluntad de encontrarse en Egipto para iniciar
conversaciones, pero este encuentro nunca se produjo.
En agosto, el ejército israelí concluyó el operativo de retirada de Gaza,
que incluyó la evacuación –en muchos casos forzosa– de unos 8.500 colonos,
poniendo fin a 38 años de ocupación militar de la zona. La continuación de este
proceso se convirtió en una incógnita cuando Sharon sufrió una hemorragia
cerebral y entró en coma en enero de 2006.
Ese mes, inesperadamente, Hamas ganó las elecciones parlamentarias y obtuvo
76 de los 132 escaños en disputa. El Fatah se negó a participar del nuevo
gobierno formado por Ismail Haniyeh, quien asumió como primer ministro en
febrero. El primer ministro israelí interino, Ehud Olmert, anunció que no
negociaría con el nuevo gobierno a menos que Hamas renunciara a la violencia y
reconociese al Estado de Israel, y dejó de transferirle los fondos derivados de
impuestos e ingresos aduaneros recaudados por Israel en nombre de la ANP.
El congelamiento de las transferencias de fondos israelíes y la suspensión
de la millonaria ayuda económica de EE.UU. y la UE, dejaron al gobierno
palestino al borde de la asfixia financiera. El gobierno del Hamas resistió las
presiones internacionales para lograr que reconociese a Israel y solicitó ayuda
a los países musulmanes para poder pagar sueldos públicos atrasados durante
meses.
Durante todo el período, Israel continuó con su política de «asesinatos
selectivos» de líderes y militantes de organizaciones palestinas.
En mayo, enfrentamientos entre policías leales a Fatah y una nueva fuerza
de seguridad creada por Hamas hicieron surgir temores de una guerra civil entre
palestinos. Abbas, en una difícil situación desde la llegada de Hamas al poder,
anunció que convocaría un referéndum sobre el reconocimiento a Israel y la
viabilidad de la coexistencia pacífica de dos Estados –uno israelí y otro
palestino– como solución al conflicto.
El primer ministro y líder de Hamas, Ismail Haniya fue sustituido por Abbas
en junio de 2007 por Salam Fayyad. El presidente justificó la decisión
aduciendo una «emergencia nacional».
El premier israelí Olmert y el presidente Abbas se reunieron, en agosto de
2007, en Cisjordania. Ambos se mostraron conformes y optimistas sobre la
posible creación de un estado palestino. Haniya, dijo que se trataba de un
nuevo largo camino que no produciría ningún efecto positivo para el pueblo
palestino.
El sionismo y el nazismo son las dos caras de una misma moneda ambas
ideologías se basan en su nacionalismo tipo excluyente donde combinan la
proporción Religión=Estado. La necesidad practica, el egoísmo, es el principio
de la sociedad-burguesa y se manifiesta como tal en toda su pureza tan pronto
como la sociedad-burguesa alumbra totalmente en su seno el estado-político. El
dios de la necesidad practica y del egoísmo es el dinero. el dinero es el celoso
de dios de Israel, ante el que no puede legítimamente ningún otro dios.
La quimérica nacionalidad del judío es la nacionalidad del mercader, del
hombre de dinero en general.
En Marx aun cuando no era creyente, urge distinguir en sus escritos que, no
era opuesto a la fe de los pueblos, si no a la religión dirigida por la elites
burguesas, “la miseria religiosa” según el propio Marx, la religión es el opio
del pueblo y (su labor-enajenante).
La alineación religiosa tiene su origen en la alineación económica y no
podrá superarse mientras no se supere esta. Del resultado de esa
enajenación-sionista, nos sorprende ver el racismo contemporáneo que ejerce el
estado-terrorista y usurpador de Israel, como también buena parte del pueblo
judío sobre el resto de la sociedad. Vimos como en los tiempos la creación
injusta del Estado de Israel en 1948, todo un pueblo, el palestino fueron
expulsados de su tierras por las necesidades nacionales que reclama derechos de
propiedad de origen divino sobre las tierras palestinas.
Los campos de refugiados del actual Israel, no se diferencia en mucho de
los campos de concentración de la Alemania-Nazi, cuyo ejemplo más explotados
por los sionistas lo fue el campo de Auschiwitz como casi a diario son
bombardeados y sus luchadores, sus mujeres, niños y hombres resultan mutilados.
El bloqueo israelí se ha convertido en la mazmorra o cárcel al aire libre
mas grande del mundo un verdadero insulto a los derechos humanos que permite la
comunidad-internacional y Naciones Unidas.
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